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SENTIDO COMÚN
Francisco VÁSQUEZ PADILLA
18 de Septiembre, 2010 · General

NOSTALGIA, TRISTEZA Y SOLEDAD

Llegue el quince por la noche hasta el zócalo de Oaxaca capital para dar el grito, cosa que no fue nada fácil. Tuve que sortear con un grupito de integrantes de antorcha campesina (así con minúsculas),  unos veinte locos antiminas y una docena de vendedores ambulantes que exigían instalarse en pleno corazón de la ciudad, con la cantaleta de su derecho al trabajo.

Pero la mayor dificultad que tuve para exclamar el grito del bicentenario no fue el sabotaje pretendido por los memos de siempre, sino porque no sabía si gritar en nombre de la historia o de desesperación por tanta incertidumbre, violencia, desempleo, inseguridad y ese maldito olor a miseria al que huela la mayoría de nuestra gente.  

De pronto me serene: recordé que estaba parado al centro del Salón de Gobernadores del ex palacio de gobierno,  hoy convertido disque en museo de la diversidad, o no sé qué cosa se ocurrió a Ulises Ruiz con tal de acabar con lo poco que nos quedaba a los Oaxaqueños: identidad histórica.

Y allí venia; ataviado de traje oscuro, acompañado de lo que queda de su famosa burbuja. Me miro y por cortesía me saludo: “Que tal Paco. Gracias por venir” reitero, el saludo fue por mera cortesía. Y yo solo revire: “Gracias por la invitación, Sr Gobernador”

Quise robarle un minuto para desahogar mis inquietudes, pero se me hiso un exceso. No era el lugar indicado y me exponía a que sus guaruras me sacaran y me colgaran cabeza abajo del laurel más alto de la Verde Antequera.  

Y es que mi intención no era para menos. Durante su gobierno se dieron hechos que han marcado la historia reciente de Oaxaca;  el conflicto sociopolítico de 2006, ejecución de dos altos mandos policiacos (hasta hoy, en plena impunidad); constitucional mente Oaxaca ha dejado de ser la capital, pues los tres poderes de la entidad residen en municipios conurbados, enriquecimiento ofensivo de amigos y parientes, la Guelaguetza paso de fiesta grande a convivio en un estadio deteriorado.

Sin duda, acabaron con Oaxaca. Y digo acabaron porque sería ingrato decir que el gobernador fue el único culpable. A sus amigos les dio poder y dinero a manos llenas; durante sus sexenio vivieron como auténticos magnates, para ellos no existía limitación presupuestal; las camionetas de lujo, casas, hoteles y hasta aviones privados fueron características del régimen que agoniza.

Pero lo empieza termina. Y la mejor muestra fue la cena en Palacio la noche del quince. Caras largas, escotes pálidos, muecas reciprocas; y una que otra voz que reconocía melancólica: “si le echamos ganas recuperamos el gobierno en seis año y, sino en doce, pero tenemos que recuperarlo”.

Cosas de la nostalgia, tristeza y soledad de una casta que ve como lenta y dolorosamente se le escapa de las manos lo que en su momento consideraron su feudo, su monarquía; una especie de micro emporio.

 

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publicado por sentidocomun a las 13:23 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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